Cómo compaginar los estudios, el trabajo y la vida social

Tiempo de lectura: 4 minutos

Limara Schellenberg
Limara Schellenberg

Actualizado: 4 jun 2025

En mi último semestre, estaba haciendo una doble tarea: 18 créditos, un trabajo a tiempo parcial en la cafetería del campus y el voluntariado dos veces por semana. Un viernes por la noche, me encontraba escribiendo una redacción en la cena de cumpleaños de un amigo, en un rincón del salón, con el portátil sobre las rodillas. Fue entonces cuando me di cuenta: No lo estaba haciendo todo. Lo estaba haciendo mal.

Equilibrar los estudios, el trabajo y la vida personal no consiste en hacer más cosas. Se trata de diseñar una semana que dé a cada parte de tu vida el espacio que se merece, sin quemarte en el proceso. He aquí cómo empecé a hacer precisamente eso.

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1. Planifica primero lo que no es negociable

Mi horario no es sólo sobre clases y turnos. Se trata de mis prioridades. Por eso, antes de organizar la semana, bloqueo las cosas que no puedo o no quiero perderme. Para mí, eso incluye las clases y los laboratorios, los turnos de trabajo, el tiempo para la actividad física, las reuniones semanales con amigos o familiares y al menos una noche sin planes. Al anclar estos en primer lugar, todo lo demás - tiempo de estudio, recados, trabajo del proyecto - se construye en torno a lo que realmente importa.

2. Programar el tiempo social como un compromiso real

Me cambió la vida darme cuenta de que el tiempo social no es opcional, sino esencial. Si no lo reservaba activamente, simplemente no lo hacía. Ahora, lo bloqueo en mi calendario, protejo ese tiempo como si fuera una clase o un turno, y hago todo lo que puedo para no estar frente a una pantalla mientras estoy con otras personas. Ese cambio me ayudó a mostrarme más plena, no sólo con mis amigos, sino también conmigo misma.

3. Agrupa las tareas para evitar la sobrecarga mental

Cambiar constantemente entre el estudio, el trabajo y la administración de mi vida me hacía sentir aturdida. Así que empecé a agrupar tareas que coincidían en energía o concentración. Las mañanas se convirtieron en mi tiempo de "trabajo profundo" para escribir ensayos y tareas importantes. Dedicaba unas horas a la semana al "modo administrativo": correos electrónicos, compras, colada. Las tardes eran el mejor momento para tareas más ligeras, como repasar fichas o ver vídeos de clases. Este enfoque minimizaba el coste mental de cambiar de marcha y me daba una mayor sensación de control.

4. Utiliza un calendario que te funcione

Las agendas de papel eran fáciles de olvidar, así que me pasé a algo que se sincroniza con todos los dispositivos. Las clasifico por categorías (estudios, trabajo, actividades sociales) y las reviso a diario. Empecé a planificar en bloques de 30 a 90 minutos en lugar de intentar llenar días enteros, y añadí zonas intermedias para los desplazamientos o simplemente para respirar. Los domingos planifico la semana y los viernes reflexiono. Tenerlo todo visible me facilitó detectar el agotamiento antes de que llegara.

5. Aceptar que el equilibrio no es estático, sino estacional

Algunas semanas, los estudios exigían casi todo de mí. Otras veces, me inclinaba hacia el trabajo o decía que sí a más invitaciones sociales. Dejé de perseguir la idea del equilibrio perfecto y empecé a hacer ajustes semanales conscientes. Todos los viernes me preguntaba: ¿Qué me ha exigido más energía esta semana? ¿Qué he echado en falta? ¿Qué puedo cambiar la semana que viene, aunque sólo sea un 10%? Esa reflexión me ayudó a hacer concesiones más inteligentes y a dejar de sentirme culpable.

Equilibrio no significa igualdad. Significa intencionado. Con unos pocos cambios en la planificación de mi semana, pasé de estar constantemente al límite a tener (casi) todo bajo control y estar mucho más presente en todas las áreas de mi vida.

¿Cuál es tu estrategia para encontrar el equilibrio? Mantengamos la conversación en LinkedIn: me encantaría conocer tu opinión.

Si tienes una agenda tan apretada como la mía, prueba a utilizar una herramienta como Doodle. A mí me ayudó a simplificar la planificación de reuniones, a proteger mi tiempo personal y a cumplir lo que había priorizado.

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