Mi agenda solía ser un cementerio de tareas pendientes y reprogramadas. Empezaba la semana con buenas intenciones y luego me sorprendía con un examen que no sabía que iba a hacer o perdía de vista un plazo de lectura enterrado en un programa de estudios. ¿Te resulta familiar?
Dominar tu horario de estudio no es sólo cuestión de disciplina. Se trata de diseñar un sistema que funcione con tu cerebro, no contra él. Una vez que me di cuenta de eso, dejé de sentirme atrasada todo el tiempo y comencé a adueñarme de mi rutina académica.
Esto es lo que me ayudó a hacer el cambio.
1. Construye en torno a lo que es fijo y luego flexibiliza
Solía empezar con un horario en blanco y tratar de meter todo en él. Ahora hago lo contrario: anclo mi semana en lo que no es negociable y luego trabajo en torno a ello.
Empiezo con cosas como las horas de clase, las sesiones de laboratorio, los turnos de trabajo a tiempo parcial, las obligaciones familiares y las reuniones de grupo. Una vez fijados, añado bloques de estudio. De este modo, no intento meter una sesión de redacción de tres horas entre dos clases seguidas y un entrenamiento. Se trata de ser realista con el tiempo y la energía.
2. Utiliza temas semanales para mantenerte orientado
Alternar cinco asignaturas al día me dejaba agotada. Para solucionarlo, empecé a utilizar temas semanales o diarios. Por ejemplo, los lunes me dedicaba a repasar las clases y planificar la semana. Los martes me dedicaba a investigar. Los miércoles eran para escribir y hacer esquemas. Los jueves eran para trabajar en grupo. Los viernes eran para terminar y repasar.
Incluso cuando no seguía la estructura a la perfección, me daba dirección a la semana y me ayudaba a evitar la fatiga de las decisiones cada vez que me sentaba a estudiar.
3. Sé específico con las sesiones de estudio
Hay una gran diferencia entre escribir "estudia para economía" y escribir "completa el conjunto de problemas 3, preguntas 1 a 10". El primero es vago y fácil de posponer. La segunda invita a la acción.
Ahora, cuando planifico las sesiones de estudio, defino claramente la tarea, la divido en trozos más pequeños si lleva más de 90 minutos y añado pequeños amortiguadores en caso de que algo lleve más tiempo del previsto.
Un día normal puede consistir en esbozar un trabajo de 10:00 a 11:15, repasar las fichas de 11:30 a 12:00 y participar en una llamada de grupo a las 15:00. Ese nivel de detalle hizo que mi carga de trabajo se redujera. Ese nivel de detalle hizo que mi carga de trabajo se sintiera más manejable y menos abrumadora.
4. No te limites a planificar: revisa y recalibra
Un buen horario no es algo que se establece una vez y se olvida. Todos los domingos dedico 15 minutos a revisar mi semana.
Miro lo que está por venir, lo que no terminé la semana pasada y si necesito ajustar el tiempo que dedico a ciertas tareas o temas. A veces reordeno cosas o cancelo compromisos poco prioritarios. Esa pequeña comprobación me ayuda a mantener el control en lugar de reaccionar ante mi calendario como si fuera un simulacro de incendio.
5. Utiliza Doodle para planificar mejor los grupos de estudio
La planificación con los compañeros de clase solía ser un lío. Interminables chats de grupo, muchas idas y venidas. Ahora, simplemente envío una encuesta Doodle y dejo que el grupo elija la mejor hora.
Funciona porque todo el mundo puede responder cuando le viene bien, muestra automáticamente el mejor solapamiento y, una vez elegida la hora, envío la invitación al calendario. Esto ha hecho que las sesiones de grupo dejen de ser algo estresante y se conviertan en algo que espero con impaciencia.
Dominar tu agenda no significa planificar cada minuto de tu vida. Significa conocer tus prioridades, respetar tu tiempo y crear hábitos que apoyen tus objetivos. El mejor sistema es aquel al que puedes volver, incluso cuando la vida se complica.
¿Tienes algún truco para no salirte de tu agenda? Compártelo con la comunidad de Doodle en LinkedIn: siempre nos apetece un buen truco de productividad.