Solía pensar que tener una rutina de estudio significaba levantarse a las 5 de la mañana, codificarlo todo con colores y pasar 6 horas en la biblioteca. Spoiler: eso no duró ni una semana. Lo que finalmente funcionó no fue la perfección, sino crear una rutina que se adaptara a mí.
Tanto si eres un búho nocturno, un velocista matutino o alguien que estudia a ráfagas entre turnos de trabajo, tu rutina debe adaptarse a cómo funcionas realmente, no a cómo los vídeos de productividad te dicen que vivas.
Así es como construí un ritmo de estudio en el que podía confiar, incluso durante semanas caóticas.
1. Identifica tu ventana de productividad personal
No necesitas estudiar cuando lo hacen los demás, sino cuando tú te concentras mejor. Hice un seguimiento de mí misma durante una semana y me di cuenta de que las mañanas eran perfectas para memorizar y leer, que las tardes funcionaban mejor para la lluvia de ideas o los esquemas, y que las noches eran muy irregulares dependiendo del día. Cuando me di cuenta, cambié mi rutina para adaptarla. Las sesiones de estudio empezaron a ser naturales, no forzadas.
2. Utiliza sesiones de estudio mínimas viables
No todos los bloques de estudio tienen que durar dos horas. Dejé de idealizar las sesiones maratonianas y adopté lo que denominé estudio mínimo viable. Eso significaba hacer sprints de 25-30 minutos cuando el tiempo apremiaba, repasar las fichas durante 10 minutos entre clase y clase, o hacer 45 minutos de trabajo concentrado seguidos de un paseo. Me ayudó a mantener la constancia, incluso cuando la vida se ponía ajetreada.
3. Incorpora bucles de repaso, no sólo nuevos aportes
Solía leer algo una vez y seguir adelante. Una semana después lo olvidaba. Ahora, cada semana incluye un bucle de revisión. Termino cada domingo repasando lo que he aprendido esa semana, programo breves recapitulaciones 1, 3 y 7 días después de aprender un concepto y utilizo una aplicación de repetición espaciada para el vocabulario o las fechas. Esto mantiene las cosas frescas y significa menos pánico antes de los exámenes.
4. Sincroniza el tiempo de estudio con tu calendario
Dejé de confiar en la motivación y empecé a confiar en la planificación. Marcar el tiempo de estudio en mi calendario digital lo hizo más real y me hizo más propenso a cumplirlo. Bloqueo el tiempo como si fuera una clase (martes de 4 a 5 de la tarde: apuntes de Psicología), añado amortiguadores alrededor de los bloques de mayor concentración y dejo tiempo libre para ponerme al día más adelante en la semana. Esto hizo que mi plan pasara de ser una idea a un compromiso real.
5. Esperar contratiempos y planificarlos
Tu rutina se romperá. La mía se rompió varias veces. El truco está en no dejarse llevar por el pánico y saber cómo reiniciarla rápidamente. Lo que me ayudó fue mantener una plantilla semanal desde la que reiniciar, tener un bloque de 30 minutos para reiniciar cuando me retrasaba y recordarme a mí misma que las rutinas no son rígidas, sino reutilizables. Cuando esperas desvíos, dejas de verlos como fracasos. Simplemente recalculas y sigues adelante.
Una rutina de estudio no tiene por qué ser perfecta, sólo personal. Una vez que creas una que funciona para ti, seguirla no se parece tanto a la disciplina como a la alineación.
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Si quieres planificar sesiones de estudio centradas con tus compañeros de clase o evitar mensajes de ida y vuelta, Doodle te permite encontrar fácilmente horarios que funcionen para todos y te ayuda a mantener el rumbo.